Archivos Mensuales: septiembre 2013

Vincularse a las patadas


Que los bebés se mueven cuando están en el útero lo sabemos todos. Benditos movimientos que te permiten saber que tu bebé está vivo, despierto y que tiene habilidades motrices. Benditos movimientos que te recuerdan que debes tomarte la “Materna” cada mañana, que no estás sola, que te ayudan a aguantar el ansia hasta el siguiente ultrasonido, y que despiertan tantos nervios, tantas preguntas y tantas ganas de conocerlo/a YA… ¡Cuánta responsabilidad para esos movimientos tan pequeñitos!

Bueno… tal vez no es correcto llamarlos pequeñitos. Al principio, sí. Se sienten como palomillas revoloteando dentro de un frasco. Luego los movimientos van tomando forma, va siendo más fácil imaginar (aunque todo pueda ser una enorme ficción) con qué parte de su cuerpo se manifiesta la criatura.

De pronto un día tienes chueca la barriga. Primero crees que estás alucinando, que seguramente tú estás chueca. Te acomodas, reacomodas, giras. Te miras en el espejo, piensas que puede ser el ángulo desde el que te ves. Lo comentas con una amiga y te da la razón: tienes la panza chueca. Probablemente la cabeza o el culiflín de tu bebé están recargados del lado derecho del útero haciendo que ese lado se vea más grande.

El aleteo de las palomillas deja de sentirse como tal, convirtiéndose en una espesa burbuja de lodo o lava o chapopote que crece y se revienta. Crece y crece y ¡pop! como de caricatura. ¡Y se ve! Puedes notarlo a través de la ropa, en especial cuando estás sentada o recostada en paz. Crece y revienta. Crece y revienta. Podrías creer que tienes serios desajustes gástricos. Pero lo más probable es que sea tu hijo.

Luego, un buen día, algo pasa que te acuerdas de ese capítulo de Friends en el que Phoebe está embarazada de los trillizos de su hermano, se asoma por su propio escote y grita “Don’t make me go in there!”. Jovencito (o señorita): esas se llaman patadas y esta a quien usted patea es su madre. Tengo que confesar que, en general, me parece muy divertida la sensación. Es un problema porque me distrae y cuando estoy trabajando me cuesta trabajo concentrarme y me dan ganas de comer algo delicioso que le contagie mi alegría, o bailar, o reír a carcajadas o alguna otra de esas cosas que he descubierto que despiertan a mi ninja baby. Lo único que se siente raro/feo es cuando entierra alguna extremidad —se me antoja que sea su pie izquierdo— en una de mis costillas. Esa sensación no está tan padre.

De ahí en fuera, mi bebé y yo nos comunicamos a las patadas. Es la forma que tenemos para vincularnos e irnos conociendo, por ahora. Patea una vez si quieres uvas, patea dos si prefieres guayabas.

He descubierto que le gusta el chocolate bueno, con harto cacao. Le gusta cuando su mamá canta —o aúlla— las canciones con las que creció. Le gusta especialmente “Orange Colored Sky”. Le gusta cuando bailo las canciones que más me dan contento, tiene una debilidad por ciertas argentinas moviditas que a mí también me resultan divertidas. Y le fascina cuando recibo buenas noticias que me llenan de felicidad.

Benditos movimientos que me van dando una probadita del carácter de mi cría: activo, saludable, divertido, con buenos gustos y —mi favorito— una personita que se manifiesta, a favor o en contra de lo que hace su mamá. ¡Yey!

Falta esa parte tremenda en que ya no cabe y sus movimientos son más fuertes y entonces sí que se te entierra en los huesos. Pero mientras llega ese pedazo de la acción, celebro infinitamente cada acción/reacción entre mi bebé y yo.

Lo que nadie dijo jamás


Los mareos, las nauseas, los vómitos, el sueño, que hay que tomar ácido fólico, que te crecen la panza y las chichis, etc. son cosas que más o menos todos sabemos del embarazo. Pero hay un millón de cosas detrás que nadie te dice, como una especie de complot universal para que perdure la humanidad. La ventaja es que esta etapa dura sólo nueve meses y para casi todo hay un tip que te ayude a sentirte mejor, a hacer más llevaderos ciertos achaques y a minimizar el malestar. Recuerda que nunca volverás a estar embarazada por primera vez y, lo más importante, que del otro lado te espera la recompensa más grande de la vida: un pequeño desconocido que llora y no te explica lo que necesita, que come, mea y caga y no te deja dormir, que te dará todo su amor y tomará todo lo tuyo sin condiciones, aunque no sepa decir “mamá” (risa nerviosa).

Les contaré lo que he aprendido en el breve periodo que llevo de embarazo. No es el lado romántico de la historia y advierto que tanto hombres como mujeres seguirán leyendo bajo su propio riesgo:

–          Rinitis: Se presenta en una de cada cuatro mujeres y puede durar entre seis semanas y todo el embarazo. Andas mormada, estornudas todo el día y por las noches no puedes respirar. Lo único que se puede hacer al respecto: Esterimar o gotas de té de manzanilla en las narinas.

–          Desajustes digestivos: La digestión se vuelve lenta, te estriñes, duele, te da gastritis… La solución: mucha fibra, mucha agua y mucha paciencia.

–          Circulación lenta: se baja la presión (lo que no implica peligros, pero sí muchas molestias), te sientes cansada todo el tiempo, pesada, débil, duele mucho la cabeza y se forman várices. ¿Qué hacer? Comer mucha fruta, hacer ejercicio y levantar las piernas siempre que se pueda.

–          Gingivitis: Todo se inflama, y una de las cosas más notorias son las encías. Hay mujeres que han perdido un diente, a otras se les enchuecan toditos, los cepillos de dientes se tiñen de rosa, algunas sólo se quejan del sabor metálico de la sangre. Es fundamental el consumo de calcio, hacer cita con el dentista para revisión y limpieza, y ser muy cuidadosa con la higiene: cepillo, hilo y enjuague.

–          Flujo vaginal exagerado: El cuerpo está trabajando para prevenir infecciones y parte de su labor incluye sacar todo lo que no se ocupa de tu cuerpo. Es muy molesto, pero normal (siempre y cuando no se vea raro ni huela mal). ¿Qué hacer? Harto pantiprotector.

–          Problemas con el guardarropa: a partir del cuarto, nada de lo que tenías te queda y la ropa de maternidad todavía no ajusta. Durante el cuarto mes puedes usar el truco de la liga en el botón del pantalón. Después no queda más que comprar ropa nueva.

–          Falta de aliento: Crecen tu bebé y tu útero. pero todo lo que tenías adentro  antes de que llegara tu hijo sigue ahí, aplastado sin piedad. El aparato digestivo se va para atrás, apretujándose contra tu espalda. El diafragma, hacia arriba. Ahora hay que hacer un esfuerzo extra para respirar hondo. Inhala, exhala y no desesperes.

–          La dieta: Es obvio que tienes que ingerir calcio, hierro, proteínas, ácido fólico y vitaminas. Lo que nadie te dice es que tienes que evitar embutidos, irritantes, el exceso de grasa, carbohidratos, sal, cafeína, chocolate y conservadores.

Además, harás pipí cada 20 minutos, te pedorrearás, los cambios de humor estarán a la orden del día, te sentirás más sola que nunca y, como andarás insoportable, probablemente lo estés.

Pero no desesperes. Estos achaques aparecen y desaparecen dando lugar a unos nuevos. Nunca ataca todo al mismo tiempo. Es llevadero si duermes tus horas y bebes tus litros. Tómalo con calma y baila. Disfruta, que dura poco. Y escribe un diario de todo lo que pasa, será motivo de risas cuando todo haya pasado y será algo simpático que compartir con generaciones futuras, a ver si acabamos con la sobrepoblación…