Cómo hemos cambiado

Hace años, cuando estaba en la prepa, siempre teníamos comidas: cumpleaños, graduaciones, reventones pa juntar lana para no sé qué historia, no nos faltaban pretextos, nos sobraba gente, nos sobraba vodka y nos sobraba energía. Cuando se terminó la prepa las comidas empezaron a espaciarse —seguramente no es que ya no se hagan comidas, sino que ya no nos invitan— y la concurrencia empezó a volverse un poco más selecta, éramos menos y podíamos convivir mejor… o sólo diferente.

Un buen día a la comida llegaron dos bambinetos. Ya nos habíamos hecho menos y era momento de empezar a hacernos más. Y aquellos dos bambinetos fueron los primeros de muchos que iban a llegar. Yo todavía era muy joven. Calculo que tendría como 22 años. Ahora hay un montón de bambinetos, carreolas, sillitas de bebé, juguetes, piñatas, cumpleaños infantiles. Se habla de otras cosas: escuelas, colegiaturas, pediatras… Los horarios han cambiado. Tenemos que vernos en condiciones aptas para menores y no siempre se puede porque un niño se enfermó, otro anda en exámenes y otro tiene una de sus mil actividades extraescolares.

La última comida de esta gran familia de amigos me puso a pensar en otra cosa. Ya no es extraño que haya un montón de chamacos. Es más extraño que haya quien no llega con chamacos. Y no es en absoluto sorprendente el que se cae, el que se pega, el que se pelea, el que llora, el que quiere el pastel, el que se come todo el chocolate y deja el resto del pastel, el que no sabe muy bien si es el cumpleaños de la madre o la hija, el que no quiere jugar con los demás y al que no invitan a jugar porque todo lo rompe…

La novedad es que ahora cuando metes la mano a la hielera te fijas si la cerveza es normal o sin alcohol. Nos campechaneamos un vasito de vino y un vasito con agua para no perder tan pronto. La mayoría se despide temprano porque hay que ir a atender las labores domésticas. Y, lo mejor: casi todas llegamos con un cigarro electrónico a la fiesta.

Una de nosotras llegó con un cigarro “latte” que sabe a postre muy chistoso. Otra llevaba dos: ambos sabor Marlboro, otro era sabor naranja. Los que ya dejaron de fumar, los que están empezando a dejarlo, los que aseguran que prefieren dejar de fumar engordando, los que se pusieron parches, los que siguen fumando pero sólo de vez en cuando… Parece que 2012 trajo una conciencia colectiva y todos, de una u otra forma, algunos más radicales que otros, hemos decidido cuidar un poco más nuestra salud. Tal vez es cierto que nos estamos haciendo viejos y cada vez falta un poco menos para que nos sentemos en el porche a tejer en mecedoras. Mi imagen incluía whiskey y cigarro, pero al parecer será té descafeinado.

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