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¿El gusto se rompe en géneros?


Hemos oído de actos sexistas varios. Sabemos de actos históricos increíbles. Es un hecho que todavía en el siglo XXI hay gente que divide las actividades entre las muy masculinas y las “propias de nuestro sexo”. Sin embargo, no pensé que fuera tan evidente, pensé que a estas alturas los varoncitos se sentirían avergonzados de este tipo de cosas.

Hoy estaba parada afuera de una tienda de discos esperando a que abrieran para comprar boletos para Pixies —por cierto, no triunfé— y merodeaban por ahí tres sujetos. Pasó entonces un ñor —que, sí, peinaba canas pero que no mame— que les repartió calendarios para el mundial. Le dio uno a cada uno, me miró y se fue. Todavía me volvió a ver mientras se alejaba, tal vez dudando si me daba uno para mi papá…

Me sorprende, aunque no tengo muy claro por qué. Tengo amigos listos y respetables que se asombran porque sus mujeres quieren sentarse a ver los juegos. Tal vez se debe a que hay mujeres que se aburren, o porque hay otras que enfrían las chelas, preparan las botanas y se retiran a sus aposentos para dejar ese espacio al varón de la casa. Pero es una cuestión es gustos, ¡no de género!

Si mi abuela era aficionada al box y a las carreras de coches, ¿cómo puede haber todavía sujetos que piensen que el futbol es exclusivo para ellos? En mi casa soy yo la que empezó el álbum del mundial. Soy yo la que disfruta del estadio. Soy yo la que toma el café sin azúcar, la que acompaña el tequila con cerveza. Y eso no sorprende a nadie, al menos a nadie que se haya sentado en una mesa conmigo… ¡Tampoco me convierte en un señor! Me gustan esas cosas, las comparto con mis amigos y mis amigas de igual modo. El único a estas alturas que no quiere compartir es el ñor que reparte los calendarios en Plaza Loreto.

Turismo nacional


Con esto del centenario y el bicentenario hemos oído cosas increíbles. Creo que la mayoría hemos dicho ya varias veces: yo no soy mi vecino, no soy un libro de Paz y no soy el himno nacional…

Ahora un Consejo de Promoción Turística, ha generado unas rutas para que “conozcas tu país”. Las comillas son porque eso es lo que dice el anuncio. Un anuncio que se transmite en la televisión mexicana y está dirigido, por lo tanto, a mexicanos. La mayoría de los mexicanos hablan español, y aunque algunos hablan inglés, pues nuestra lengua sigue siendo español.

Si tenemos en español la palabra visita, ¿por qué rayos pondrían el URL de la página de destinos turísticos como VISITmexico.com

Por supuesto que cuando lo oí no lo creí. Pero al final del anuncio lo ponen por escrito. Yo no lo puedo aceptar. Entiendo que queremos promover México para todos los países del mundo. Pero si buscas el turismo nacional, escríbelo en español. ¿Cobran por letra cuando abres un sitio en internet? ¿Cuánto? Me gusta para diez centavos. Pero incluso si cuesta un peso, encantada les picho la “a”.

¿Podemos revertirlo?


Ahora somos una sociedad asustada, enojada, contaminada, enviciada. Por años hemos vivido en un estado de energías bajas, donde la apatía, el desinterés, el egoísmo y la prisa nos han llevado a un amor por lo desechable, a querer demostrar que somos “el más cabrón”, a hacer lo que nos da la gana con nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros perros, nuestros autos, nuestros radios, nuestra basura… Y despacito, sin darnos cuenta, hemos convertido a este país en un lugar inhabitable. Sobre-poblado e inhabitable.

Casas y autos blindados parecen un cuento de ciencia ficción. Rejas, candados, gente asustada mirando a través de una ranura en la cortina y con un arma en la mano me hace pensar en el futuro bizarro de Back to the Future cuando el malo malísimo roba el almanaque y gana en las apuestas.

No tengo claro si la constelación gobierno-narco-sociedad se ha transformado en la que es hoy en día como resultado de los actos de un solo apostador del pasado con un almanaque del futuro o si se lo debemos a unos varios. No alcanzo a ver si la gente que entra a las casas de otros tiene hambre, tiene rabia o tiene una mezcla de las dos.

En ciertos aspectos creo también que somos una sociedad que empieza a despertar. Hay mucha gente trabajando por el medio ambiente, promoviendo el uso de la bicicleta, trabajando por que haya menos basura, porque aprendamos qué hacer con esa basura, hay gente trabajando por los perritos, por los animales en general. Cada vez hay más personas buscando una alimentación sana, promoviendo el uso de la sonrisa, meditando…

No importa si son budistas, católicos, judíos, ateos o qué. Lo que alcanzo a ver es que hay personas preocupadas por revertir este desastre que hemos creado. Y esto era lo que me mantenía tranquila, la creencia de que cada vez somos más los que tratamos de actuar por un bien común, y la —ingenua— certeza de que el bien triunfa sobre el mal cada vez.

Lo malo es que entraron a mi casa, y ahora sólo tengo la infundada certeza de que cada persona tiene un solo encuentro con el mal en la vida. Eso es lo que me repito cada noche para poder dormir. De eso trato de convencer al universo porque no quiero que se repita.

Ya alcanzamos el límite. Ahora sólo queda terminar con el apostador del pasado, buscar al viajero del tiempo, recuperar el momento en que vivíamos, salir de este universo paralelo donde todos estamos enojados y tenemos el miedo terrible que nos hace querer ser «el más cabrón».

Define «sociedad mexicana»


Es difícil entender bien a bien para quién trabajan los medios. Hemos cachado más de una vez a la televisión diciendo mentiras, y nos hemos reído mil veces de la frase “si lo dicen los diarios, ha de ser verdad”. Sin embargo, una pensaría que hay cierta conciencia en los medios, un pedacito de solidaridad, que publicaciones de prestigio —prestigio que les ha llegado de alguna parte aunque no sé cuál— estarían a cargo de gente que puede ver diez centímetros más allá de su nariz.

Claro que los mexicanos preferiríamos no tener que ver imágenes de cuerpos desmembrados y cifras escandalosas de gente asesinada o desaparecida. Cierto que sería más lindo pensar que todos los mexicanos sonríen con dientes perfectamente blancos porque hay dentistas para todos, que todos los mexicanos pueden costear un guardarropa sensacional, un perfumito delicioso y transportarse frescos y rozagantes por el país. Nos gustaría pensar que hay salud, que hay comida, que hay seguridad y empleo para todos. Pero, ¡hasta el más joven o el más ingenuo sabe que la cosa no es así!

Anoche vi un letrero en un parabús —sí, donde se sienta la gente que gana entre el mínimo y 150 pesos al día—, que anunciaba una exposición montada por la premiadísima y renombrada revista Quién: Narrativa de la sociedad mexicana.

¡Aquí tiene que haber una confusión!

¿Falta una palabra —quizá entre corchetes— en esta frase? No sé, algo como alta??? ¿Cambiaríamos el artículo la por la palabra cierta? Definitivamente cambiaríamos el gentilicio, ¿no? O le agregaríamos radicada en Miami

No tengo muy claro de qué sean las fotos, cierto. Pero cualquiera que haya abierto la revista sabe que lo que narran ahí no es a la sociedad mexicana. Cierto sector, muy elegido, privilegiado, sí. Gente a la que tenemos que envidiarle la tranquilidad de saber que habrá comida en su mesa todos los días, que una emergencia no implicará una verdadera tragedia, que al menos un par de meses al año podrán salir de vacaciones… Gente a la que no le envidiamos que todas sus narices sean iguales, que todos se vistan con las misma ropa, que se dediquen todos más o menos a lo mismo y que lo más lejos que puede llegar su creatividad es a cambiar el tono reglamentario de sombras o chalecos de la temporada por uno más atrevido.

“Narrativa de la sociedad mexicana” es un graaan nombre para una exposición. Todos sabemos que las publicaciones ponen medias verdades en sus portadas para vender. Pero esto es el colmo. La gente que aparece —o que trabaja— en Quién no me representa. Los mexicanos somos la sociedad y no deberían permitirse unos cuantos decir que ellos son la sociedad mexicana.

Extraña clasificación


Fui a cierta librería de prestigio en la colonia Condesa —no la carísima, la otra— y me llevé una gran sorpresa. Yo suelo rondar por una sola sección de la tienda y rara vez salgo de mi zona. Ayer, por primera vez, eché un vistazo a la sección denominada “género”.

Tengo que confesar que por años no supe qué rayos eran los estudios de género. Es más, ni me importaba. Ahora me interesa, de a vario, porque tengo una tesis que escribir y sin querer me metí en eso.

Bah, esto lo digo para dejar en claro que no espero que todo el mundo sepa todas las cosas. Se vale pensar que es sólo una cosa o la otra, pero también se vale preguntar. Lo que NO se vale es que en la sección de “género” haya dos libros que parecen tratar de género y el resto sean libros de autoayuda.

Vamos aclarando. Los libros de psicología, sociología o filosofía pueden estar juntos o separados. Los libros de autoayuda ayudan a quien los necesita. Los libros de estudios de género pertenecen con los primeros, los segundos pertenecen en un librero aparte. Había pasado por alto que su selección de libros en inglés constara de una repisa de traducciones de mexicanos al inglés, pero esto ya es el colmo. Repito, se vale no saber qué son estudios de género, lo que no se vale es clasificarlos junto a los libros para superar un mal divorcio, para bajar de peso o para amar un poco menos.

Y quiero aclarar que yo he comprado libros de autoayuda, y que puedo entender a la gente que los compra, y que mucha gente lee sólo eso y las librerías necesitan venderlo. Lo respeto. Sólo digo eso: pertenecen a otro librero.

Traducir


Dice George Steiner en su ensayo “Entender es traducir” que “dentro de las lenguas, la comunicación humana es una traducción” y que es de ahí de donde surgen tantos malos entendidos. La realidad es que si bien todo lo que hacemos para relacionarnos con otro es traducir, pocas cosas nos confrontan tanto como eso. Bah, compartir la casa con tu pareja puede confrontarte por ser el otro como un espejo de lo que te encanta o te choca de ti. Y justo eso es lo que pasa al traducir: te topas con palabras que detestas y que no puedes evitar, clichés y frases hechas que normalmente te sacarían ronchas, construcciones que te suenan naquísimas…

A veces tu trabajo es traducir algo desconocido y tienes que averiguar la mejor forma de abordar un autor, un texto, un tema. Otras veces es un texto familiar con el que te identificas. Tal vez lo has leído más de una vez, o quizás está más manoseado que eso. Es muy probable que lo hayas empezado a traducir —en los términos de Steiner o en otros— desde el primer encuentro. Pero hay un día en que tienes que traducir una verdadera obra maestra. No me refiero a traducir a Platón o la Biblia, sino a traducir ese texto que desde tu punto de vista es perfecto, el que tiene tanto significado que no cabe en el papel; el poema del que te enamoraste o por el que te enamoraste, sin el que no te explicas las grandes decisiones de tu vida. Ese texto que topaste en la adolescencia y sin el cual no hubieras elegido el camino de las letras, menos aun las letras inglesas y—al menos eso creo— sin el cual nunca hubieras llegado a la traducción.

Mi próximo proyecto escolar de traducción es el proyecto de mi año. Sí la licenciatura, sí la beca… Pero necesito lograr conservar al menos el 90% del poema al pasarlo al español: la cadencia, la rima, la repetición de palabras, las imágenes, los símbolos, las referencias. Necesito comunicar. Necesito no convertir a mi poeta favorito en una burla del mundo de habla hispana; que se vea por qué es este y no otro el que me ayudó a tomar mis decisiones; que no es cualquiera que pueda rimar, que haya vivido una guerra o que se interese en leer tres líneas de alguien más para convertirlas en metáfora: Eliot es EL poeta, Prufrock es EL poema y la mía tiene que acercarse tanto como sea posible a LA traducción. Necesito evitar que esto se convierta en un malentendido.

La nueva comedia romántica ¡¡??


Tengo dos quejas.

La primera es chiquita pero poderosa: ¿Qué onda con los títulos traducidos que engañan al público de habla hispana? Hace unos días vi una película que se llama Amor sin escalas. El título original es Up in the Air y si lo hubieran dejado como tal no me hubiera imaginado que era una comedia romántica. Le hubieran puesto Por los cielos y así no me hubiera imaginado la historia de una aeromoza que conquista con su adorable sonrisa a un cliente frecuente, se enamoran y, después de muchos contratiempos, viven felices para siempre.

Bah, la película es buena, pero no podría estar más lejos de ser una comedia romántica. Engañar al espectador es una falta absoluta de respeto. Véanla y me cuentan qué opinan. La segunda queja es esta nueva ola de supuestas comedias románticas que dejan muy mal parado al género. La verdad es que ya no son lo que eran. El mundo necesita una buena comedia romántica tanto como necesita una buena novela del XIX. Hay días en que simplemente necesitamos que los malos sean castigados, los buenos, recompensados y todas las cosas caigan en su lugar.

¿Qué fue de historias como When Harry Met Sally y toda esa fascinante serie de pelis con Meg Ryan? Ojo, no estoy diciendo que Meg Ryan sea el hit, menos ahora con la modalidad trout-pout. Estoy hablando de películas en las que los protagonistas se conocen, se caen bien o mal, viven una historia y al final se besan. Pero son historias cuyos personajes transmiten alguna emoción, se parecen a alguien que conocemos o —muy secretamente— queremos pensar que podríamos ser nosotros.

Un buen ejemplo reciente es 500 Days With Summer. Si bien el narrador asegura que no es una historia de amor, nos deja con la esperanza de que tras todo final viene un nuevo principio. Es una buena historia bien contada y con personajes que podrían ser el vecino de junto o la chava de la oficina. El punto es que ya no quiero películas que por querer pertenecer al género del chick flick lo demeritan ante el mundo. Basta de personajes ñangos que no dicen nada, basta de pendejaditas de magia, fuentes de la suerte y ondas pasadas por un beso —un beso te puede dar gingivitis, y eso es mala suerte, pero no significa que los besos te pasen la suerte del otro—. Sí, sigo creyendo en Cenicienta y en felices para siempre, pero también necesito historias de calidad, respeto al público palomero, a las mujeres cursis enamoradas del amor y a todas las personas que han tenido una mala semana y necesitan de forma urgente un final feliz.

Reflejos de una economía


El lunes fue día feriado. No, señores, no era para que se comieran sus tamalitos en santa paz. Se han vuelto oficiales descansos todos los lunes cercanos a las fiestas históricas, patrióticas y heroicas de nuestra nación. Yo no sé si en la vida real, pero al menos en mi memoria hubo un tiempo en que estos asuetos se tomaban muy en serio, el que no salía de la ciudad no salía de la cama, era difícil encontrar abiertas tiendas, restaurantes, bares o cualquier otro tipo de comercio, eran días en los que los centros comerciales estaban llenos de gente que no sabía qué hacer con sus hijos y de parejas que van al cine aprovechando que no hay nada que hacer.

Este lunes 1 de febrero, en efecto, estaba lleno el centro comercial, las funciones tempraneras del cine estaban agotadas, las tiendas con rebajas eran visitadas por señoras ansiosas por gastarse los tres pesos que traían en la bolsa, había parejas tomando café y familias gritando de una fila a otra si querían pecsi o esprai.

Lo que me sorprendió fue que en mi barrio estuviera abierto el estudio para sacarse fotos, la mercería, la tlapalería, la tiendita de abarrotes y las comidas corridas, que haya abierto la papelería, la joyería y la señora de los jugos y las verduras, que se haya puesto el mercadito sobre ruedas y la señora de las quecas nocturnas. El único de la cuadra que se dio el lujo de cerrar fue el belga de la esquina que vende pésima boloñesa y deliciosos panes y postres.

Dicen que el que tenga tienda, que la atienda, pero un inmigrante belga con una tienda «gourmet» y servicio de banquetes se puede dar el lujo de no trabajar un lunes feriado mientras que todos los que jugamos de locales tenemos que hincharnos las patas, barrer nuestro pedacito de banqueta y ponernos las pilas sea el día que sea si queremos vivir con un pedacito de dignidad y cubrir necesidades básicas.

Sexo en el baño


Aparentemente la pregunta sigue siendo «¿tu depa o el mío?», pero existe la variante «Nos vemos en el baño». En realidad surge el tema porque esta semana empezó en el Canal 22 una serie que se llama In Treatment, y uno de los personajes estuvo a punto de tener un poco de sexo en el baño.

Así fue que hoy a la hora de la comida le pareció gracioso a Mr. Writer decir que uno de mis 28 achaques se quitaría follando y a mí me pareció gracioso responder “vamos al baño”. Claro, no fuimos al baño: había muchas familias, estábamos a mitad de una fugazetta y la verdad es que me daría un poquito de asco esa onda del baño público. Lo que sí pasó es que se desató una charla al respecto. Él se quedó con cara de signo de interrogación, claramente no está de acuerdo conmigo en mucho de lo que dije.

Les cuento. No creo que haya un patrón, aunque sí hay cosas que aparentemente se prefieren. Por ejemplo, en mis años de trabajar en bares y restaurantes tuve que sacar a varias parejas siempre del baño de mujeres; era en el baño de mujeres que teníamos que cambiar con mayor frecuencia los asientos de los escusados; y —esto sí es de mi cosecha— creo que esto se debe a que el baño de hombres siempre huele a pipí. Mr. Writer me preguntaba si es gente muuuy joven que no tiene a dónde ir a hacer el sexo, o si son adultos contemporáneos que no quieren meter a esos — o esas— a su casa. Bah, algunas de estas parejas llegan juntos al bar, no se conocieron esa noche. Yo creo que los más jóvenes son también más tímidos. En general son treintañeros que, al menos desde donde yo los veo, son solteros, con poder adquisitivo y sin compromiso. Podrían pagar unas horas de hotelucho, podrían invitar a fulanita/o a su casa, podrían aguantarse las ganas.

Por eso la conclusión es que en realidad el asunto no es buscar un lugar cómodo, no es la falta de recursos y claramente no es el romance. Que me responda alguien que sepa más que yo de esto del sexo en baño público. ¿Es la emoción de que te abran la puerta? ¿Son las ganas de tener la experiencia? ¿Hay que palomear sexo en el baño en una lista de cosas por hacer antes de morir? ¿O es un poco con la ilusión de que te detengan antes de hacerlo, nomás por ver qué cara pone el otro, o por el gusto de escandalizar?

¿A quién no convence Jack Black?


Siempre he creído esa teoría de los seis eslabones que dice que estamos a seis personas de cualquier otra persona del mundo. Hace unos meses salió la cadenita que me une a Jack Black, ¡y con alegría máxima digo que no son seis! Ahora lo que me pasa es que no puedo esperar a que la cadena se acorte, me muero por conocerlo y, francamente, quiero que sea mi mejor amigo.

Entre otras pelis que son estupendas gracias a Jack Black están School of Rock, Nacho Libre y The Holiday, pero en realidad de lo que quiero hablar hoy es de su capacidad para convencer.

Últimamente en el canal de Warner, entre los anuncios, salen pequeños documentales ecológicos, o grandes anuncios de organizaciones no lucrativas a favor del medio ambiente. Uno de ellos, el de los pandas, está “protagonizado” por Jack Black. Naturalmente le interesa salvar a los pandas, él es Kung Fu Panda… Pero hay que ver las caras y gestos con los que busca explicar a los niños occidentales por qué es importante la participación de cada uno para salvar a los ositos bicolor.

La neta es que es difícil que un anuncio de la televisión despierte mi curiosidad, pero si lo dice Jack Black es muy diferente. La verdad es que el hombre puede estar cantando rock o una canción de amor a Encarnación, esté componiendo una canción usando sólo las notas buenas para describir a una chica o diciendo que se necesita la ayuda de tu papá, tu mamá, tus hermanos y del niño que se sienta en el rincón de tu clase y te mira raro, Jack Black es muuuy simpático. Es así que podría convencer a cualquiera de casi cualquier cosa, y tratándose de pandas, todavía más. Yo por eso entré a ver qué ondita con esa organización que promueve, Conservation, que en temas de conservación ambiental trabaja por el clima, el agua potable, la alimentación, el respeto a las culturas, la salud y la biodiversidad.

Éntrenle. Bah, si no a Conservation, al plan de ayudar a que el mundito que tenemos no se nos vaya al carajo con tanta rapidez.