Duele más el principio que el final

Ya lo dice Feist: “The saddest part of a broken heart isn’t the ending, as much as the start”. Cuánta verdad en un par de versos. Cuando se termina una relación, qué ganas dan de poder olvidar el primer beso, las primeras risas, los primeros cuentos. Ojalá desparecieran los coqueteos, las llamadas que provocan mariposas en la barriga, los recuerdos de fines de semana enteros metidos en la cama abrazados, viendo tele porque no hay nada más que hacer que estar juntos.
Terminar una relación es difícil por esos días buenos, por el deseo de conservarlos, porque cuesta trabajo creer que alguien a quien quieres con tantas fuerzas prefiera no volverte a ver.
Y es que uno la caga, comete errores, pierde el control, no sabe bien cómo comportarse… bueno, no sé ustedes, pero yo. Cuando han terminado mis relaciones he sabido siempre por qué es, pero nunca puedo cambiarlo. Hay cosas que se salen de mi jurisdicción. Sé de dos que me dejaron porque les daba miedo que conmigo fuera muy enserio (éramos muy jóvenes). Sé de tres que me dejaron por geniuda. Sé de dos que me cambiaron por otra. Y al resto los dejé yo: a dos por borrachos, a uno por otro güey y a otro porque, la neta, era muy chaparro. De ahí en fuera, todos los motivos —tanto propios como ajenos— se reducen a uno: hueva.
Me gustaría volver en el tiempo y decir “Mejor seamos sólo amigos”, evitar ese momento, evitar el encuentro que llevaría a un millón de desencuentros. Me gustaría haber entendido entonces lo que con el tiempo se me ha ido tatuando en la mente. Hubiera sido mejor ser amigos para siempre, ahorrarnos todo el dolor, toda la curiosidad y todas las preguntas que nunca serán respondidas.
No lo vuelvo a hacer. No vuelvo a dejarme llevar por un momento, por una sonrisa, por el beso más hermoso ni por los planes más encantadores. No vuelvo a ser la novia de un señor que me encante. No vuelvo a tener una pareja a quien ame y admire y considere simpático, hermoso y brillante. No.
Mejor la práctica del sexo seguro: ese que no rompe el corazón.
Mejor no involucrarse nunca más con nadie.
Mejor pensar antes de actuar.
Mejor buscar los defectos desde el primer día para saber que no nos vamos a tolerar y olvidarnos desde el principio de cualquier idea loca.
Mejor no volver a destacar lo bueno pasando por alto los detalles nefastos.
Mejor subrayar mis capacidades sobrehumanas para ser una desagradable, que quede claro desde el principio que lo que mejor hago es inventar nuevas formas de hacer daño. Y nunca, nunca volver a salir con alguien que se niegue a creer que puedo, sin querer, hacerle la vida de pedazos.

Etiquetado:

Deja un comentario