¿Cuál será el problema?

Tal vez el problema es que no hay nada nuevo que decir. O quizá soy yo que llego tarde a todas partes y no hay nada que les pueda contar. Seguro soy la única persona de mi generación que no sabe en qué terminaron Brenda y Dylan, o si alguna vez Felicity dejó de llorar.

O en una de esas el problema es que no me siento tan libre de decir las pendejadas que yo quisiera… Al principio nadie me leía y no me daba pena. Ahora no puedo evitar preguntarme qué pensará fulastrín de tal o cual cosa.

¿Se lo debo a que se acabaron los romances y las locuras? ¿A la monogamia? ¡Santo dios! O a qué no salgo de mi casa casi para nada… La única persona que veo es la señora que limpia mi casa. ¿A nadie le importa lo que ella tenga que contar? ¡Tiene un par de historias de un pato loco y una planta que cura con el rocío!

Puede ser que lo que tengo que contar sean mis fiestas, las confidencias de mis amigas o el ridículo de una que otra chata de pelo muy chino y falda muy corta en cierto barrio de la ciudad. Tal vez tengo que dejar de ponerles nombres a las personas y empezar a balconearlos. O contar detalles de la vida de los casi famosos que me rodean.

Nah! Al final de cuentas no creo que a nadie le importen los re-runs de las comedias de las 9, las confidencias mías o de mis cuates, ni los casi famosos que me rodean y nadie sabe cómo se llaman… Creo que, en todo caso, la mejor de mis opciones es la historia de la señora que limpia mi casa.

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