Archivos diarios: 2 enero 2013

Yo no olvido el año viejo


Se terminó 2012 y con él una serie de historias sin sentido. Hay que saber cuándo parar, dicen los clásicos. Pues yo paré anteayer. El amigo que perdí, lo perdí y el que volvió, pues volvió. No más ruegos. Quienes transitaron por mi vida dejando cosas buenas y desaparecieron, tendrán siempre un lugar importante en mi corazón. Quienes enloquecieron y no dejaron más que confusión tendrán siempre la puerta abierta para explicaciones. Quienes me enseñaron lecciones por la mala y me dejaron girando sin saber qué es lo que pasa, tendrán mi eterno agradecimiento, porque hay cosas que no iba a aprender más que así.

Se terminó 2012 y yo tengo en una mano la incertidumbre laboral y en la otra la felicidad más curiosa de las felicidades que he tenido en la vida. El año pasado me dio una familia, la que he tenido siempre pero que ahora, por primera vez en nunca, quiere jugar a ser una familia de verdad: pasear, comer, reír, ir al cine, compartir, conversar, ir de compras, cenar, bailar, hacer pijamadas, enojarse, cansarse, desesperarse, y volver a comer, reír, jugar, y conversar. Lo había visto en las películas, pero esta vez lo experimenté en la vida real.

Se terminó 2012 y he decidido que no será recordado como el año en que se destapó el más grande de mis dolores. Será recordado como el año de la buena comunicación entre las mujeres, el año en que escuché hablar al corazón de mi hermana mayor y en el que mi madre y mis hermanas escucharon el mío. Pasará a mi historia 2012 como el año en que sólo cumplí uno de mis propósitos y sin embargo hice mucho por arreglar mi vida y fundar un futuro más parecido al que deseo.

Me costó trabajo el 31 hacer mi lista de cosas malas. Me costó bastante menos hacer mi lista de cosas buenas. No me he puesto ni un solo propósito (aunque tengo una voz en off que me va dictando un montón de planes). Este año no haré una lista de lecturas. No haré una lista de propósitos. Mis deseos, cada vez más claros, se los pedí a las campanas con las uvas, sin haberlos planeado antes. Se terminó 2012 y yo hice sólo una lista: la de pendientes. ¿El plan? Que 2013 fluya, que sea un gran año y que nos deje respirar. Que todo lo que se revolvió el año pasado se asiente y que cada cosa caiga en su lugar. Que encontremos dentro de cada uno de nosotros la posibilidad de crecer y ser mejores sin estresarnos. Que vivamos más tranquilos. Que la economía mundial no nos lleve al traste. Que las decisiones de nuestros políticos no nos jodan tanto como los seis años anteriores. Que la honestidad vaya ganando plazas. Que la pobreza de espíritu pierda a todos sus voceros, a todos sus aliados y a todos sus seguidores. Que reine la amistad y que no olvidemos lo aprendido.

Se acabó 2012 y hoy, 2 de enero, he logrado hacer una lista de lo que quiero y lo que espero que signifique este nuevo año para mí, para mi país y para toda la gente. ¿Ustedes que le piden al año nuevo?