Archivos diarios: 18 abril 2013

Busco sushi en Narvarte


Hay tres razones por las que elijo un restaurante sobre otro: la relación precio/calidad, el servicio y la ubicación. Cerca de mi casa hay un lugar de sushi, el Tokyo Rose. Tienen una buena carta, los jueves dan los rollos 2 x 1, tienen servicio a domicilio, y sus precios son accesibles. Hasta anoche, su único defecto era la música que ponen de fondo en el lugar —Maná y Christian Castro—. Ahora tienen un defecto más grande.

Ayer llegué a casa cansada después de mi jornada laboral, cargar varios kilos de libros,  viajar en bici y en metrobús. Así que decidí matar dos pájaros de un solo tiro y aprovechar el paseo de Nora para comprar algo de cenar. Pensé que lo mejor era ordenar por teléfono y luego bajar a pagar y recoger la comida. Llamé y me dijeron que no, que pedir por teléfono sólo es posible para quienes ordenan a domicilio. Me frustró un poco, pero puedo entenderlo. En algún lugar del barrio ha de haber un Bart Simpson haciendo bromas pendejas como ordenar un California Especial y luego nunca pasa por él…

Bajamos pues, perritinga y yo, y caminamos hasta el restaurante. Mientras yo batallaba por amarrar a Norita en un poste para entrar a ordenar salió un amable muchacho y me dijo “¿Le puedo ayudar en algo?” y le dije “Sí, me puedes ayudar tomándome la orden para llevar.” Sacó su libretita de comandas y anotó mi pedido. Me dijo entonces, “Si quiere, tome asiento” y señaló las bancas que tienen en la banqueta. Le pregunté como cuánto tardaría, me dijo que 30 minutos, le dije que iba a dar una vuelta con mi animalita y regresaba.

Volvimos después de unos minutos y nos paramos en la puerta buscando al muchacho que nos había tomado la orden. Salió otro señor y me preguntó si un pedido para llevar era mío. Le dije que sí y dijo “Pues le informo que los pedidos para llevar se tienen que hacer directamente en la caja”. “Ah, pues yo no sabía. Ahora ya lo sé para la próxima.” Le di mi tarjeta y dio dos pasos atrás, como si le hubiera extendido una cucaracha con caca: “directo en la caja”. Le dije, “Bueno, entonces podrías, por favor, detener al perro en lo que entro a pagar?”. “Es que yo soy el que cobra”. Vaya… extendí la tarjeta de nuevo y le dije que cobrara pues. Dijo que no y se metió. Me metí detrás de él y me gritó que tenía que sacar al perro. Le dije que me cobrara y ya nos íbamos las dos. Dijo que no, que sacara al perro. Le di la tarjeta y le dije “¿Puedes cobrar en lo que saco al perro?” y repitió que tenía que sacar al perro mientras me miraba amenazante. Claro que debí darme la media vuelta e irme a casa. El sushi era un antojo, no una necesidad. Sin embargo, me quedé… Logré que el tipejo tomara la tarjeta y me salí con mi perrita a esperar mi voucher y mi comida. Tardó. No me importó. Cuando me trajeron la cuenta le dije a la mesera que me disculpara por no dejar propina, pero que el cajero es un cretino. Me dijo que sí. Me estaba dando el avión. Tampoco importa…

Ya alguna vez en ese mismo sitio me habían dado este servicio: pedí a un mesero, dejé mi pedido encargado en lo que paseé al perro, volví, pagué y tan tan. Creo que eso es lo que más me enoja, que el tipo de los pésimos modos me negó algo que ya me había sido dado. No es una regla del sitio, es una regla del tipo.

Me da tristeza por mi sushi, pero queda vetada esa esquina de Xola y Vértiz. Al Tokyo Rose no vuelvo, ni vuelvo a pedir a domicilio, ni para llevar. Y al Super K de junto, tampoco porque el pinche macho que ahí trabaja golpea a la mujer que está con él. De las cuatro esquinas que conforman ese crucero, definitivamente esa es una perturbada y llena de violencia.