Tatuar o no tatuar…

 

 

Llevo años pensando en tatuarme. Me alegra no haberlo hecho todavía porque seguramente de haberlo hecho más joven me habría tatuado un piolín. Sin duda me habría tatuado en alguna parte de mi cuerpo que hoy luce muy diferente por los kilos que he ganado a través de los años. Ahora sería una tremenda mancha deforme y amarilla. Lo he pensado mucho. Veo las pieles tatuadas y las envidio. Mi queridísimo amigo Chuck opina que la gente no tiene suficientes tatuajes, y tiene razón. Yo no quiero nada súper alocado. Si algo, prefiero discreción.

He visto muchos tatuajes, negros y a color, grandes y pequeños, apretados y separados, lindos y feos, cursis, rudos, ñoños y medio satánicos. He visto tatuajes de fanáticos de la virgen de Guadalupe, de Metalica y AC DC, de lo oriental, de lo griego, de lo romano, de lo medieval, de lo espiritual, de los fenómenos naturales, de los astros, de los símbolos, del amor, de una pareja, de sus hijos, de un momento. La gente marca su piel por diversas razones, pero en general procuran que sea algo que nunca va a cambiar. Sólo los más chiflados se ponen el nombre de un novio, por ejemplo.

Pues al fin me voy a tatuar. Le he dado miles de vueltas: qué y en dónde. Tiene que ser en una parte de mi cuerpo que pueda mostrar si quiero y pueda ocultar también. Tiene que ser en un lugar carnosito porque dicen que pegado al hueso duele pa la chingada. Pero de estas zonas carnositas tengo que elegir una que no sea “interna”, o sea, ni la parte de adentro del muslo ni la parte de adentro del brazo, porque estas zonas son extremadamente sensibles también. No puede ser en el brazo, ni en la panza, ni en la cintura, ni en las pompas, todas estas zonas se estiran y se aflojan con el embarazo y sí quiero, además del tatuaje, tener un bebé algún día. Total que estuve tachando partes del cuerpo y la que quedó como casi única opción fue la pantorrilla. Ahora tengo que decidir cuál de las dos quedará marcada de por vida. Me inclino por la derecha, casi puedo sentirlo. Pero no lo sé.

¿Qué me pondré? Un pequeño mandala con el mantra budista tibetano más popular en el mundo occidental. Lo haré en una sola tinta: negro. Medirá cerca de cinco centímetros. Y mientras lo escribo empiezo a sudar frío.

El lunes me metí en internet a buscar cómo es el proceso de tatuado y cómo es el proceso de sanación. Jeezus! Yo que odio las agujas, que sufro particularmente ante el ardor y que me siento incómoda con cualquier heridita, desde una cortada de papel hasta un hoyo en la barriga… Yo hice una cita para esta noche con un tatuador que me va a rallonear la pierna derecha. Estuve apunto de echarme para atrás. Pero ya lo platiqué con gente, ya conseguí un amigo que me tome de cada mano mientras me tatúan para no sentirme triste y sola. Mucha gente ha pasado por lo mismo y el resultado suele ser feliz.

Pregunté por muchos lugares y elegí un estudio tatuador fresísima de Polanco. Haces cita por internet, les mandas el diseño, te cotizan el dibujito y te regalan una malteada mientras te tatúan. Se llama Flip Flop y los tatuajes que he visto hechos por ellos son lindos, están bien hechos, y los tatuados se ven contentos y saludables. Me preocupa mucho que las letritas tibetanas queden bien. Serán pequeñas y no me gustaría que termine siendo una pinche plasta espantosa sin significado alguno. Me importa que esta marca que llevaré en la pierna sirva para recordarme de la paciencia, la disciplina, la sabiduría, la generosidad y la diligencia que pide y da el mantra a tatuar.

Ya les contaré cuánto sufro los próximos 15 días y si el resultado es el deseado. ¡Deséenme suerte! Y a ver qué dice mi mamá…

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