El otro lado de la puerta

Últimamente la gente de mi edad —o cerquita— se pregunta con relativa frecuencia si esto es la vida. Hace unos meses uno de mis amigos más queridos me decía “¿Entonces la vida es comer, dormir, salir a trabajar e ir al cine?”. Fue fácil responder que no, que se ocupa además un proyecto personal.

Luego, mi vecina preguntaba si la vida no es más que un montón de años que empiezan y terminan. Opiné que también es comer, dormir y hacer pipí. Al final decíamos un montón de tarugadas y terminamos a carcajadas. Fue bueno comprobar que la vida es mucho más que eso.

Ayer una de mis amigas más cercanas tuvo un desencuentro que le va a cambiar un poquito la vida, y esta fecha se le va a quedar muy bien grabada en la memoria… Ahora le toca empezar una nueva etapa de vida, que puede ser tan emocionante o deprimente como ella decida. Es cierto que pasan cosas que no podemos evitar. Y es cierto que con el paso del tiempo descubrimos que habríamos preferido hacer algunas cosas de otra manera. En lo personal, me arrepiento de ciertas relaciones, por haberlas aceptado o rechazado. Pero también creo que las cosas no serían mejores ahora si yo hubiera hecho algo distinto entonces. Pienso, por ejemplo, en un novio que tuve hace años. Era un hombre francamente bueno y francamente atento. Me consentía muchísimo, me quería muchísimo y yo a él. Pasábamos largas temporadas separados, pero él siempre se hacía presente. Yo no me sentía sola, a pesar de extrañarlo. Pero él tenía un problema y yo tenía la certeza de que sólo podía hacerse peor con el tiempo. Salí corriendo con la certeza de que eso era lo mejor. Hoy me arrepiento muchísimo. Él tiene una familia armadísima, se ha deshecho del problema aquel, tiene una vida linda y se mira muy contento. Se ve guapo, tiene una vida muy completa y lo que pueda estresarlo, definitivamente no se nota. Lo veo así y me alegro, pero el lado más tonto de mí no puede evitar preguntarse si podría ser yo quien comparte esa vida con él de no haber corrido para el otro lado.

Pues no. Si lo pienso sin prisa queda bastante claro que lo que tiene él con su mujer es una construcción de dos personas —que sólo pueden ser ellos dos— que aprendieron a estar juntas, a amarse y respetarse y que decidieron formar una familia. No tiene nada que ver conmigo. Y de haberme quedado, algo más habría ocurrido y él no estaría conmigo, muy probablemente estaría con ella.

El desencuentro que tuvo ayer mi amiga y el cambio repentino en su vida parecen ahora una cosa complejísima, pesada y sin pies ni cabeza. Pero en realidad es una puerta que se abre. Soltar a aquel viejo amor también es una puerta que se abre. La ventaja enorme es que ahora es mi puerta y yo decido si abre o cierra, yo decido quién entra y quién sale, y decido si los cambios son para bien o para mejor. Quisiera encontrar la forma de transmitirle a mi amiga la paz que sólo la experiencia brinda. Si bien ella es un poco mayor que yo, lo que hoy cambia el rumbo de su vida me ocurrió a mí hace tiempo. Y sí, siempre que algo mediano pasa, es fácil creer que no vamos a saber salir. Pero ahí está la puerta, y lo que hay del otro lado sólo depende de nosotros.

Si de niña me hubieran dicho que de grande sería mesera, viviría sola, recogería un perro de la calle, tendría un empleo en una instancia federal, sería novia de músicos y escritores, preferiría la compañía de un libro y recurrirían a mí para hacer las cuentas, nada en este mundo habría contenido mi carcajada.

¿Mi punto? Nada está escrito y quedan muchas cosas por hacer. La vida no son sólo años y no es sólo comer y cagar. Pero hay que echarle muchas ganas para saber lo que sí es.

2 pensamientos en “El otro lado de la puerta

  1. Carlos Efron Mur 21 enero 2013 en 14:35 Reply

    Quiero suponer querida, que nada en este mundo puede contener tu carcajada. Presiento que tu vida es intensa y que no solo es, todo eso que la mayoría de la gente cree que es la vida. Creo otras cosas acerca de lo que es la vida, pero aún no las puedo escribir, porque me hace falta mucho por hacer, por sentir, por vivir. Un beso y que la intensidad con la que escribes sea la misma intensidad con la que eres en todas las cosas que haces…

    • sabina braz 22 enero 2013 en 10:53 Reply

      En efecto, querido amigo, nada contiene mi carcajada. Y lo mejor es que no sabemos lo que sigue! Un abrazo fuerte desde un DF helado (no me puedo imaginar cómo están ustedes en el norte!)

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