Archivos diarios: 16 julio 2012

Proyectos imposibles


Entre los muchos beneficios de tener buenas amigas y frecuentarlas está que nos echen a andar la cabecita… para lo bueno, claro está. Anoche invité a una de estas amigas a la casa. Comimos queso, tomamos vino y conversamos largamente. Hablamos de nosotras y de otras personas, de los empleos y los sueldos, de proyectos realizados y por realizar, un poquito de política y otro tanto de béisbol, de muchachos y de lo que podemos esperar de la vida. Ya sabrán, una típica reunión de amigas domingueando a gusto.

Pero bueno, el propósito de esta entrada no es presumir lo afortunada que soy por tener amigas como ella, sino comentar un punto en particular de la conversación. Dijo que un amigo suyo la había invitado a participar en un proyecto que a ella no le atrae en lo más mínimo. Que al principio había pensado en decir que no, pero luego lo pensó: ¿para qué decirle que no, si de todas maneras no se va a hacer? Éste, como tantos otros proyectos, se quedará sobre la mesa del café, se discutirá, le darán dos o tres vueltas y al final alguien tirará la toalla mientras se pregunta por qué nunca ve la luz alguno de sus proyectos. (Hago un paréntesis para aclarar que ella sí lleva a término sus proyectos: artículos, novelas, libros para niños, remodelaciones domésticas, licenciatura y posgrado, cenas y reuniones.)

Me hizo pensar en el negocio del que les contaba y en todo lo demás. Es cierto, las cabecitas de las personas están llenas de proyectos. Todos tenemos planes de hacer cosas y formar alianzas y fundar instituciones y arreglar el mundo y la vida y alcanzar objetivos como felicidad y fortuna, pero curiosamente no son tantos quienes lo logran.

Curiosamente, este mismo fin de semana otra de mis amigas me mandó por mail un textito en el que alguien, que no tengo idea quién es, dice que el chiste no es sólo ser protagonista de tu propia historia, sino hacerte cargo de contar una historia interesante o entretenida.

Es cierto. El chiste no es ir por la vida diciéndole a la gente lo que quieres hacer, lo que ibas a hacer o lo que harías si las cosas fueran distintas. No tiene ningún caso tener la cabeza llena de ideas si al final pasas tus fines de semana en la cama viendo la tele sin avanzar ni un pasito hacia el objetivo de tus sueños. Nada más lejano de la realidad que un negocio que se platica y no se hace. Ningún libro más difícil de publicar que el que no está escrito. De todas las ocurrencias, sueños, planes, proyectos, ilusiones y objetivos, ya sean personales, profesionales, económicos o emocionales, ninguno es posible si no empiezas a trabajar por ello.

Y esto se lo digo, queridos Juanes, para que lo oiga yo, porque tengo que planear y realizar un negocio. Tengo que planear y enviar un taller que quiero dar. Tengo que terminar de corregir y mandar la tesis. Tengo que avanzar en mi proyecto de lectura. Tengo que empezar a guardar cinco pesitos para ahora que me quede sin chamba y, claro, tengo que empezar a buscar chamba.

Así pues, mi compromiso —¡Ya sé que sueno como político pinche!— es, en breve empezar a reportar avances y no sueños e ilusiones. Me pongo a trabajar en lo que ustedes ponen changuitos… A menos, claro, que ustedes también tengan un cajón lleno de proyectos sin realizar, en cuyo caso sugiero que también salten al ruedo. Ningún imperio se construyó desde un sillón con la tele prendida y una bolsa de palomitas.