Archivos diarios: 6 julio 2012

Escenas de bar


Ayer salí de paseo. Había quedado en ver a dos amigas cerca de las 8:30 de la noche en mi bar de confianza. Me quedé en la oficina a terminar unas correcciones y fui a dejarlas a la oficina de la diseñadora a tres cuadras. Llegué al bar una hora antes de la cita. Me senté en la barra frente a mi amigo cantinero, pedí una copa de rioja y conversé con él.

A mi izquierda había un grupo de cinco o seis hombres. Al que estaba más cerca de mí le di un par de codazos sin querer mientras me quitaba la gabardina. Me miró y me preguntó si me iba a sentar (en su banco), le dije que no, que había otros bancos. Bebía pacharán con mucho hielo. Yo analizaba en voz alta la preparación del whiskey sour y decidí que no se me antoja para nada. El hombre me preguntó cómo se llamaba esa bebida. Parecía que me iba a platicar y lo interrumpí mirando hacia el otro lado.

A mi derecha una mujer tomaba una copa de vino tinto de diferente denominación: Cuando pidió la segunda copa todo fue confuso para el cantinero, estuvo a punto de darle el rioja, y las dos reímos. Tal vez un poco de más. Quizá por un momento tuvimos la intención de conversar. La intención se perdió bastante pronto.

Luego llegaron las amigas con las que había quedado de verme. Se sentaron en una mesa, saludaron a mi amigo, a mí no me vieron. Yo me quedé donde estaba hasta las 8:30. “¿Ahí estabas cuando llegamos? ¿Y por qué no venías si nos viste?”, me preguntaron. Porque a mí me citaron a las 8:30 y pensé que antes ustedes querrían charlar a solas. “Admiro tu buena educación, pero no mames”, dijo una de ellas.

En la mesa estaba sentado un hombre vestido todo de negro, no sé qué tomaba, pero lo mezclaba con coca-cola. Para mi gusto, la coca se toma con hielos y el alcohol no se toma con refresco… o al menos no con coca. Nunca entendí si el hombre era amigo de un amigo de mi amiga, amigo de la amiga del novio de mi amiga o amigo de quién. Lo que sí aclaró es que no le gusta beber solo y con eso justificó su presencia en nuestra mesa el tiempo que le tomó terminarse su trago. Y me pregunto, ¿si no le gusta beber solo, por qué va solo al bar? No era un tipo ni desagradable ni agradable, no era buen conversador y no nos dejaba hablar de lo que importa, porque hay cosas que no se discuten frente a extraños.

Avanzaba la noche y aquello parecía la sala de la casa de alguien muy conocido. Llegó mi preciosa amiga que se acaba de doctorar con su hermanita que ya no es chiquita y con la historiadora que hoy por hoy parece mi exnovia: si nos vemos nos saludamos, pero en lo absoluto nos procuramos. Luego llegó su exmarido, con el exmarido de alguna examiga y el amigo de uno de mis exmaridos. Aquello parecía la fila del registro civil de una kermés. Me encontré también a una mujer maravillosa con quien he charlado poco, pero con el paso de los años siento que nos conocemos muy bien. Y seguía el desfile de familiares y amigos: el dj que es hermano de alguien, el otro dj que no estaba trabajando y es exnovio de alguien más, el dueño del changarro, el dueño de las quincenas de una de las chicas en mi mesa, acompañados, claro, de alguienes que igual que los demás tienen alguna relación conmigo o con algún mi conocido. La última en llegar fue la cuenta. Al ritmo de los riojas, pagamos y nos fuimos.

La ciudad de México es enorme y está sobrepoblada. Debe haber millones de bares, restaurantes, cafetines y agujeros funky. Y aun así, conseguimos reunirnos todos, sin querer, el mismo día de la semana. No es la primera vez que pasa. No siempre es el mismo día. Nunca es la misma gente. ¿Pasará así todas las noches, con personas diferentes, en todos los puntos de la ciudad? Tal vez nos movemos en pequeños círculos y no hay forma de conocer gente nueva, distinta, que haga otras cosas… Me temo que estamos destinados a seguir en el mismo lugar y más o menos con la misma gente hasta el día del juicio final. Es probable que no seamos más que personajes de Cheers.