Archivos diarios: 30 julio 2012

El bullying no es noticia


Hoy varios periódicos mexicanos anuncian que cuatro de cada diez alumnos de primaria son víctimas del bullying. ¿Exageran? Cuando yo era niña tuve varios episodios de terror relacionados con mis compañeritos de escuela: En kínder I había un niño cuya única diversión era empujar a los niños y levantarles la falda a las niñas. Yo nunca me quería poner vestido, porque justo no quería que eso me pasara. Eran pleitos con mi madre en las mañanas y el único día que consiguió mandarme en vestido a la escuela, en efecto me levantaron la falda, le pegué al ofensor y terminé castigada en la dirección. ¿Quién fue el bully?

En primero de primaria algún vivales descubrió que se podían hacer chistes con los nombres de la gente, y fue uno por uno inventando apodos para molestar a los compañeritos. Por supuesto que no fui la excepción, todos los nombres son transformables si lo que se pretende es dar lata, lo malo es que siendo tan joven, esos sobrenombres duelen.

En segundo de primaria las niñas jugaban resorte, pero yo me entendía mejor con los chicos. ¿Por qué? Porque las niñas no me dejaban jugar con ellas, ni me acuerdo por qué. Jugaba entonces con los niños y después los comentarios de las niñas incluían la palabra “marimacha”. Esa vez no me defendí, dejé que hablaran.

En cuarto de primaria la moda era decir que alguien “infecta”. Pues me la aplicaron. Las niñas —otra vez— no querían jugar conmigo y su solución fue el “pshshshshs infectas”. Primero les pregunté por qué y recibí respuestas muy raras que no recuerdo pero que en ese momento no tenían sentido. Luego puse distancia, pero no sirvió de mucho. Alejarme les quitaba el 80% de la diversión. Entonces me buscaban para demostrarme su desprecio. Un buen día me cansé y me agarré del chongo con ellas. ¿Qué pasó? Me mandaron a la dirección y llamaron a mi madre porque yo, otra vez, había pegado.

En quinto de primaria estaba decorando el bulletin board de la entrada de la escuela junto con una niña que conocí en primero de kínder. Teníamos la engrapadora de la maestra y en una de esas una grapa se atoró y no sabíamos qué pasaba pero ya no podíamos continuar. Entonces la niña empezó a gritarme que era yo muy tonta y que había arruinado la engrapadora y que la maestra iba a enfurecerse con ella por mi culpa y que ella ya no quería ser mi amiga y que sólo lo era porque sabía que mis hermanas no eran mis hermanas. ¡Claro que mis hermanas eran, son y seguirán siendo mis hermanas! Pero a saber qué historia le habían contado a esta chata que pensaba que no era así, y además, que yo debía, por eso, ser objeto de su compasión.

Seguramente pasaron más cosas, pero no las recuerdo. El punto es que el bullying ha existido desde la prehistoria —no que yo sea tan vieja— y que a unos les toca peor que a otros, y se ve más en unos colegios que en otros. Tengo amigos que iban a otras escuelas que hacían, o eran víctimas de travesuras mucho peores que las que me tocaron a mí. La crueldad y la falta de aceptación de que somos capaces de niños, y la poca claridad con que podemos ver si alguien sale lastimado por nuestra culpa son cosas que se van aprendiendo y desaprendiendo con el paso del tiempo, con la experiencia y —ni modo—  con el bullying.

Lo grave, me parece, es cuando este bullying empieza a rallar en la ilegalidad, cuando los niños no tienen límites ni reconocen a la autoridad. Cuando lo mismo les da cometer faltas y que los cachen y luego contestar “tú qué me dices si no eres mi mamá”. ¿Y dónde está su mamá? Al final, no es cosa nueva esto del bullying. Lo nuevo es que no hay quien los detenga. Aprender a reconocer a las figuras de autoridad es benéfico para todos, empezando por nosotros mismos. Importa que padres y maestros (aunque no sean TUS padres ni TUS maestros) llamen tu atención hacia las cosas que no están bien. Pero algo tendrían que decirte en tu casa para que entiendas este concepto tan básico y para que, si tienes dudas de lo que se vale y no se vale hacer, sepas que puede venir alguien a jalarte las orejas. Eso, ustedes dirán que es broma, pero creo que cuando todo es confuso, debe darnos cierta paz.