Archivos diarios: 6 septiembre 2011

Pesadillas sugerentes


“Extrañar no es más que el barullo de la cotidianidad acomodándose de nuevo”, tuiteó @ictericia hace ya meses. Me dejó pensando en lo cierto que es. Hoy extraño muchas cosas, pero es sólo eso: el ruido necesario para que la vida vuelva a su ritmo natural, para abrir espacios que han estado cerrados, para eliminar los escombros, los cacharros viejos, el polvo, las telarañas y los posibles piquetes y mordidas de una que otra alimaña.

Cada vez que llega alguien a mi vida, supongo que es el inicio de eso que siempre he querido y no he tenido. Cada vez que sale alguien de mi vida, me da por extrañar de ese alguien para atrás a casi todas las personas que he perdido. En todo caso, tanto llegadas como salidas me hacen actuar con una ingenuidad casi imperdonable. Y esa ingenuidad va más allá: tomo resoluciones imposibles, decisiones de caricatura, acciones de tragedia griega, me convierto en una versión cómica de mi peor enemiga. Y cada una de estas cosas la pago cara.

Esta mañana, en esos minutos que me regala el despertador entre la primera alarma y la segunda y definitiva, tuve un sueño que tal vez era más revelador de lo que pienso. Era un departamento hermoso, con muchas habitaciones y, por lo visto, muchos habitantes. El espacio era muy iluminado, muy lindo de verdad. Pero en algún momento yo salía de mi habitación, comentaba una o dos cosas con uno de los habitantes de la casa y volvía a mi habitación para descubrirla plagada de ratas. Salía corriendo, pero me costaba mucho trabajo decir que había ratas en mi habitación. Para cuando lograba decirlo ya estaba cubierta de hormigas enormes que me mordían y estaban enlazadas unas con otras como por una especie de hilo resistente, como de telaraña. Los otros habitantes del departamento trataban de liberarme, jalaban de los hilos para quitarme a las hormigas, pero se quedaban pegadas. Yo gritaba que me estaban mordiendo. Ellos me respondían que lo sabían y seguían haciendo un gran esfuerzo por liberarme.

No tengo claro por qué cuento mi sueño. No sé qué tienen que ver espacios hermosos con cohabitantes insospechados y alimañas furiosas. No sé tampoco en qué se relacionan con el ruido que genera extrañar, o con mi ingenuidad al momento de enfrentar pérdidas y hallazgos.

Creo que el punto es que hay días perversos, de energías bajas y emociones perturbadas. Creo que hay días que cuestan más trabajo, que se sienten pegajosos, que pican, que muerden. Son días en que lo peor no es el ruido, sino todo lo demás que lo va agravando poquito a poco. Días en que las personas, las situaciones y los  eventos menos pensados te sacuden las hormigas y te rescatan de tu propia ingenuidad: de guardar ratas en tu habitación, de estar pegada, amarrada con telarañas a cosas que sólo apestan y lastiman.