Archivos diarios: 7 diciembre 2012

Perro nuevo en la familia x 2


Este año no todo fueron pérdidas. Llegaron dos nuevos miembros a mi familia: Nora y Fraizier. Ella una cachorrita encontrada en la basura, él un cachorrito de Airdale terrier que le regalaron a mi hermana cuando sólo tenía tres meses de edad. Ella, blanca con amarillito. Él, negro con café. Los dos súper peludos, pero ella muy despeinada y él con pelos chinos. Ella larguirucha está a punto de terminar de mudar dientes. Él, acolchonadito, parece todavía una pantufla. Está claro que son muy queridos y consentidos y que ya ni mi hermana ni yo nos imaginamos la vida sin estos dos perros. Hay días en que creo que a Nora le van a salir alas en las patitas y la voy a aventar por la ventana, básicamente porque ladra fuerte y agudo a cada ruido que oye, a cada perro que ve en la tele o por la ventana, a cada vecino que pasa por mi puerta y, a veces, también a los espíritus que nomás ella ve.

Todavía no logro decidir si es un animalito listo o si es un desastre nadando en tarugada. Llegó a mi casa y en menos de un día había entendido dónde está el baño. Tanto, que ahora no hace pipí en la calle… solo en el baño. Muy rápidamente entendió qué significa “siéntate”, “echada” y “mío”, no he logrado que entienda “quieta” y se le complica muchísimo entender que yo tengo una cama y ella otra. En general es bastante respetuosa de lo ajeno, comparada al menos con otros animalillos que he conocido, al menos. Rompió el zoclo de una esquinita de la sala. Por suerte es la esquinita donde se unen dos pedacitos de 30 cm cada uno que pueden reemplazarse fácilmente. Lo malo es que esa esquina le gustó como para que se comuniquen la sala y mi habitación, y cuando terminó con el zoclo se siguió con el yeso hasta que, aparentemente, topó con cemento y ya no pudo seguir.

Usó el cable de cablevisión como mordedera contra la furia que le genera mudar dientes. Me dejó sin teléfono y sin internet. Por suerte —para ella— puedo seguir viendo mis telenovelas.

Rompió una de mis pantuflas. Mi reacción fue regalársela y sacar unas alpargatas viejas. Rompió una de estas también. Me puse entonces la pantufla restante en un pie, y la alpargata sobreviviente en el otro, hasta que pude hacerme de un nuevo par que va del closet a mis pies y de regreso evitando en la medida de lo posible los alfileritos destructores que tiene Nora en la boca.

Del día que llegó hasta inicios de esta semana tenía la guerra decididamente declarada en contra de su peor enemigo que son mis manos, apenas está entendiendo que soy una creatura frágil y sangro y duele. Sólo le queda un colmillo de bebé y pronto su arma de tortura habrá desaparecido del todo. Ahora ha emprendido una nueva batalla contra el sesto de la ropa sucia. Ya hay pajitas tiradas por toda mi casa y las agarraderas del sesto han perdido toda funcionalidad. No es correcto. Esa muchachita tiene que aprender que no todas las cosas son para romperse. Pero mi trabajo de desapego de ciertas cosas y varias personas me ayuda a sobrellevar estas pérdidas. Tengo cuatro años con esta canastita de mimbre, tal vez la destrucción es señal de que es tiempo de cambiarla por otra cosa.

Confieso que si no tuviera el recuerdo de mi Tutus mordiendo, corriendo, jugando y destruyendo, no estoy segura de que no le hubieran salido alas en las patitas ya. Frazier es el primer perro que vive con mi hermana y con el que ella se encariña. Las dos primeras semanas han sido la antesala del infierno: primero el llanto y la orina, luego una enfermedad estomacal. Espero que en lo que mi hermana se acostumbra a vivir con un cachorro y el cachorro entiende el tipo de familia al que ha llegado, nadie se vuelva completamente loco. Muero de ganas por que Nora conozca a Frazier y lo revuelque jugando antes de que él mida el doble de lo que mide ella.