Qué viva México

México está triste. México está de luto. México ha sido muy maltratado, arrastrado, agredido y humillado. México quiere vivir, pero no lo están dejando.

Esta mañana en el periódico leí que Felipe Calderón agradece tener un millón de seguidores en Twitter. Como figura pública debería saber que no lo sigue un millón de gente porque lo admiren, lo siguen porque necesitan saber de primera mano qué rayos está pensando. Tiene el poder para dar educación, salud, libertad, paz, dignidad, trabajo, alimento… Y hoy por hoy es uno de los hombres más peligrosos porque ha decidido hacer lo justo opuesto.  Ha decidido combatir la violencia con violencia. Ha decidido poner a nuestro pobre país en una situación alejadísima de la felicidad.

Me gustaría —en un sueño imposible—que esta noche las plazas se quedaran desiertas. Que el señor presidente de el grito ante un zócalo vacío. Que los delegados y gobernadores mejor se quedaran en su casa a ver películas. Pero no va a pasar… Me gustaría que los mexicanos recordaran que las celebraciones se hacen con amigos, con hermanos, con la gente querida. En estos momentos los mexicanos no ven a sus paisanos como hermanos. Nos vemos unos a otros con desconfianza, todos son presuntos criminales y todos, tristemente, nos andamos cuidando unos de otros en vez de buscar la forma de ayudarnos.

Hoy la forma de celebrar nuestra mexicaneidad es esa: comprender que el mexicano de junto está pasando por lo mismo que nosotros, que tiene el mismo miedo, que padece los mismos precios, que tiene las mismas carencias y las mismas necesidades. Los mexicanos tenemos enemigos en común, necesitamos evitar ser enemigos entre nosotros.

México no es El Chapo. México no son los Zetas. México no es Felipe Calderón, ni Pemex ,ni la Secretaría de Hacienda. México es un territorio que tenemos que amar con más intensidad. México es gente a la que nos tenemos que acercar amorosamente, compasivamente.

México está triste porque los mexicanos han dejado de quererse. “Divide y vencerás”: parece que nos han vencido. En efecto, hemos sido racistas, clasistas y abusivos. Hemos explotado y nos hemos dejado explotar. Hemos padecido las diferencias que hay entre nosotros y hemos pagado el precio de ser diferentes entre nosotros. Ahora tenemos un motivo más para la separación y es el miedo. No permitamos que este miedo siga creciendo. Sí, puede ser que el de junto sea un delincuente. Pero tal vez no. Tratemos de dejar de buscar diferencias y encontremos nuestros puntos en común: gordos, flacos, altos, chaparros, chatos, respingados, morenos, rubios, con auto o en bicicleta, a la moda o con lo que puedan, políglotas o analfabetas, todos somos mexicanos, todos nos estamos haciendo más pobres cada día, todos tenemos miedo y todos necesitamos un mejor lugar para vivir. Trabajemos por ello. Esa sería la mejor celebración.

¡Ya sé! Estoy diciendo pura mamada que a nadie le importa. Van a salir a la calle, temiendo asaltos y granadas, se pondrán borrachos y habrá pleitos y accidentes. Mañana verán el desfile por televisión, criticarán al presidente, a los militares y a los cantantes. Comerán pozole y chalupas y enchiladas. Verán a sus amigos y seguirán pensando que el de junto es un naco. Verán a sus familias y seguirán pensando que son mejores que la familia de la casa de al lado. Pasarán un fin de semana como todos, o lo pasarán en el campo. Y el lunes volverán a la realidad de siempre, al México triste. Celebraremos esta noche por una independencia que no existe; por una paz y una libertad por la que no estamos trabajando. Festejen a México. Pero también échenle un poquito la mano. Para que viva México, tenemos que hacerlo vivir.

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