La imitación y sus bemoles

Lo malo de que nuestras personalidades sean una especie de rompecabezas de cualidades de la gente que admiramos es que, con el paso de los años, terminamos volviéndonos todos un poco iguales a todos los demás. Por ejemplo: si usted tiene tres grupos de amigas (o amigos) que son distintos entre sí, usted será el polinizador de cada uno de estos grupos con nuevas expresiones. Así, el grupo de las señoritas bonitas y reventadas transmitirá su argot al de las señoritas bonitas que sólo salen a cenar, que a su vez contaminará la jerga del grupo de señoritas trabajadoras que se guardan en su casa.

Pero entes polinizadores hay muchos, no sólo uno por cada grupo. Así, de un grupo de seis personas, habrá otros 12 o 18 grupos contaminados de expresiones, modismos, estilos y hasta pasos de baile. Y éstos a su vez lo transmitirán a gente que conocen en otros barrios, en otras ciudades, en otros continentes. Pero además, al emplear el término ajeno como propio, se lo explican como mejor pueden. Entonces, expresiones que para un grupo son totalmente claras para otros resultan confusas. Adjetivos que se usaban en buena onda terminan tomándose a mal. Lo que para unos era un halago para otros es todo lo contrario. Y al final, nomás no nos comunicamos porque el ente polinizador sólo contagia la expresión, pero no la carga genética completa.

También debemos tomar en cuenta que el lenguaje es una de las cosas más contagiosas entre hombres y mujeres y mujeres y mujeres y hombres y hombres… Todos nos hemos descubierto usando expresiones que le escuchamos a alguien en repetidas ocasiones. De hecho, nos descubrimos usando expresiones que sabemos que son incorrectas, aunque a veces las usamos para reírnos y otras sin querer. A veces copiamos expresiones de gente que no nos agrada. Eso es gracioso, cacharnos usando las palabras que usa o usaba la tía que te caía gorda, la compañerita idiota, el amigo lelo, la maestra ojeta… Burlarte tanto de una expresión hasta que terminas haciéndola tuya.

Hay expresiones chocantes, como el “pero en fin” de Gabriel Quadri en los debates, el “so it goes” Kurt_Vonnegut en Slaughterhouse-Five, el “diosanto” de las abuelas, el “pues si no son enchiladas” y casi todos los dichos, refranes y versos bien o mal empleados.

Pero el verdadero escándalo es cuando los amigos de tus amigos son tus amigos; o en otras palabras, cuando los amigos de tu ex son amigos de tu siguiente pareja y, como por ósmosis, se pasan expresiones de uno a otro y un día, de pronto, sin previo aviso, tu pareja actual usa tres expresiones de un novio que tuviste hace diez años… expresiones que nunca le has oído ni a éste ni a ningún otro, esas tres palabras que usaba el primero y que fueron parte de lo que te enamoró. No puedo decir que sea agradable.

Tomar lo bueno o lo malo de otras personas, lo que admiramos o no, con o sin intención, y usarlo como propio puede ser muy arriesgado. Si bien las personas que topamos en la vida nos van formando personalidades más completas, redondas y llenas de sabor, también puede llegar un punto en que nos parezcamos tanto a otros (que ni siquiera conocemos) que dejemos de ser nosotros mismos. Creo que debemos ser cuidadosos también al imitar, no sea que entre obra y obra terminemos recordándole a nuestro “significant other” a aquella otra mujer que le hizo pedazos el corazón.

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