Archivos diarios: 26 junio 2012

El mágico mundo de las redes sociales


Es una verdadera maravilla lo que pueden lograr las mugrosas redes sociales. Levantamientos, protestas, unión y reunión, intercambio de ideas, diálogo, difusión… Ahora podemos saber qué es de la vida de Fulastrín sin haber hablado con él en años. ¡Qué bien! También implican un riesgo: que tu vida no existe más que ahí, tu única red social es cibernética, tienes miles de amigos, pero nadie con quien salir el viernes en la noche.

Pero tienen ese otro lado nocivo, venenoso, que se va apoderando de todo hasta volverse una obsesión. Cuando abrí mi cuenta de Facebook pasaba hoooras ahí metida. Me encantaba mandar y recibir pendejaditas, jugar y publicar toda mi vida, aunque fuera con un seudónimo. Mi marido no tenía Facebook, así que además era tema de pleito. Poco a poco fue perdiendo la gracia. Ahora aquel marido tiene Facebook y yo no.

¿Por qué lo cerré? Porque es un medio nocivo. Porque hay gente que usa las redes sociales para acosar, chingar y ofender a otros. Porque hay gente que las usa para contar cosas muy personales que francamente prefiero no saber. Porque de pronto importa quién te escribe y a quién le escribes, porque todo lo ahí publicado puede sacarse fácilmente de contexto y convertirse en veneno, porque hay quienes lo viven como una realidad, y lo que pasa en Facebook les perturba la existencia una semana. Porque de pronto, por medio de un “muro”, estamos metidos hasta la cocina en la vida y las relaciones de los demás. Si no fuera por el mentado Facebook, no te enterarías de que tu gran amiga invitó a la exnovia de tu novio a una fiesta; no te enterarías de que esa chava que te trae asoleada le manda corazones y caritas felices al que te gusta a ti; no sabrías que hubo viaje o reunión o fiesta o encuentro al que no fuiste requerido y no habría forma de que un buen día alguien se acercara a decirte “Qué bien se la pasan tú y Chuchita de reventón. Vi sus fotos en Facebook”.

Tal vez, en las redes sociales ocurre lo mismo que en el trabajo: no hay que mezclar lo social con lo personal, los negocios con el placer, lo divertido con lo serio, la pareja con los amigos, los amigos con la familia, la familia con la pareja… A mi segundo esposo nunca lo tuve en Facebook y las cosas fluían bastante bien, hasta que cometí el error de hacer amistad cibernética con sus amistades y poco a poco me fui enterando de sus andanzas y deslices cuando salía de viaje y otras historias. Luego, meses después de la separación, cuando él ya vivía en otro país, me seguían apareciendo novedades de su vida. La ventaja es que pronto dejó de importarme. Pero igual, no estaba padre.

Tengo una amiga muy querida que sufre muchísimo por lo que ocurre en ese mundillo, como si importara realmente. Qué le dijo quién a quién y qué le contestó al otro. Qué publica alguien y si tendrá mensajes cifrados. Serán para ti o para mí o para ella o para quién. Claro que eso lo escribió pensando en mí. Pero esto otro lo escribió pensando en ella. Al final, cada quién ve lo que quiere ver y creerle todo a Facebook es más peligroso que creérselo a la Iglesia.

Cierto que cada quien decide lo que comparte. Pero pocos se detienen a pensar si dañan o pueden ser dañados a través de lo que publican. Recordemos que la ropa sucia se lava en casa y que los trapitos, a menos que estén muy limpios, no vale de mucho ponerlos al sol. Twitter es distinto. Este blog es distinto. Nada es personal. Nada es serio. Sólo son quejas y lo demás es diversión.