Archivos diarios: 21 junio 2012

La imitación y sus bemoles


Lo malo de que nuestras personalidades sean una especie de rompecabezas de cualidades de la gente que admiramos es que, con el paso de los años, terminamos volviéndonos todos un poco iguales a todos los demás. Por ejemplo: si usted tiene tres grupos de amigas (o amigos) que son distintos entre sí, usted será el polinizador de cada uno de estos grupos con nuevas expresiones. Así, el grupo de las señoritas bonitas y reventadas transmitirá su argot al de las señoritas bonitas que sólo salen a cenar, que a su vez contaminará la jerga del grupo de señoritas trabajadoras que se guardan en su casa.

Pero entes polinizadores hay muchos, no sólo uno por cada grupo. Así, de un grupo de seis personas, habrá otros 12 o 18 grupos contaminados de expresiones, modismos, estilos y hasta pasos de baile. Y éstos a su vez lo transmitirán a gente que conocen en otros barrios, en otras ciudades, en otros continentes. Pero además, al emplear el término ajeno como propio, se lo explican como mejor pueden. Entonces, expresiones que para un grupo son totalmente claras para otros resultan confusas. Adjetivos que se usaban en buena onda terminan tomándose a mal. Lo que para unos era un halago para otros es todo lo contrario. Y al final, nomás no nos comunicamos porque el ente polinizador sólo contagia la expresión, pero no la carga genética completa.

También debemos tomar en cuenta que el lenguaje es una de las cosas más contagiosas entre hombres y mujeres y mujeres y mujeres y hombres y hombres… Todos nos hemos descubierto usando expresiones que le escuchamos a alguien en repetidas ocasiones. De hecho, nos descubrimos usando expresiones que sabemos que son incorrectas, aunque a veces las usamos para reírnos y otras sin querer. A veces copiamos expresiones de gente que no nos agrada. Eso es gracioso, cacharnos usando las palabras que usa o usaba la tía que te caía gorda, la compañerita idiota, el amigo lelo, la maestra ojeta… Burlarte tanto de una expresión hasta que terminas haciéndola tuya.

Hay expresiones chocantes, como el “pero en fin” de Gabriel Quadri en los debates, el “so it goes” Kurt_Vonnegut en Slaughterhouse-Five, el “diosanto” de las abuelas, el “pues si no son enchiladas” y casi todos los dichos, refranes y versos bien o mal empleados.

Pero el verdadero escándalo es cuando los amigos de tus amigos son tus amigos; o en otras palabras, cuando los amigos de tu ex son amigos de tu siguiente pareja y, como por ósmosis, se pasan expresiones de uno a otro y un día, de pronto, sin previo aviso, tu pareja actual usa tres expresiones de un novio que tuviste hace diez años… expresiones que nunca le has oído ni a éste ni a ningún otro, esas tres palabras que usaba el primero y que fueron parte de lo que te enamoró. No puedo decir que sea agradable.

Tomar lo bueno o lo malo de otras personas, lo que admiramos o no, con o sin intención, y usarlo como propio puede ser muy arriesgado. Si bien las personas que topamos en la vida nos van formando personalidades más completas, redondas y llenas de sabor, también puede llegar un punto en que nos parezcamos tanto a otros (que ni siquiera conocemos) que dejemos de ser nosotros mismos. Creo que debemos ser cuidadosos también al imitar, no sea que entre obra y obra terminemos recordándole a nuestro “significant other” a aquella otra mujer que le hizo pedazos el corazón.

El misterioso mundo del ligue


Otra vez estoy en ese punto en que sólo sé quién no es el amor de mi vida. No está fácil. Como dice la canción “No sé qué quiero, pero sé lo que no quiero” y eso ya es ventaja. No he emprendido una misión de búsqueda intensa casi histérica de un nuevo amor. La verdad es que tampoco sabría hacerlo. Pero aunque me quede sentada esperando, ¿dónde se sienta una a esperar al amor de su vida? Mi casa y mi oficina ya podemos descartarlas por múltiples razones que, si quieren, les explico otro día.

¿Y en el bar? Conozco de primera mano una historia de éxito del chico que se ligó a la chica en el bar, se hicieron novios, ambos eran excelentes partidos, se fueron a vivir juntos… y luego se dejaron por motivos que no voy a contar aquí. Pero eso pasa cada 29 de febrero, y sólo en un bar de todo el universo, o sea que es cuestión de suerte. Tal vez es más probable que te caiga un rayo o tener triates albinos. Además, sospecho que se basaron en mi bar de confianza para crear la cantina de Star Wars: muchos Chewbaccas, un par Citripios, varios R2D2 y un montón de mequetrefes. Nada interesante ni emocionante, por supuesto nada como para sacar el vestido de novia de la cajuela.

¿Qué opciones quedan? ¿La calle? ¿Los amigos de mis amigos (que ya vimos que no es negocio)? ¿Un exnovio (que siempre termina por recordarte por qué habían terminado la primera vez)? ¿match.com? Digamos que existe alguna de estas posibilidades. ¿Y luego?

Hay muchos factores a considerar:

En primer lugar, tengo invertida gran parte de mi energía en la gente equivocada. Dedico mucho tiempo a pensar y resolver situaciones que no van a ninguna parte y supongo que se me ve a la distancia que no tengo cabeza para nadie más.

En segundo lugar, soy pésima en el tema del coqueteo y la tirada de onda. No sé ni cómo me tengo que parar, ni qué tengo que decir, ni cómo debería mirar o sonreír. No sé cómo vestirme ni cómo peinarme para llamar la atención de un chico No sé proponer un plan que resulte en romance, no sé decirle a un hombre que me gusta si no me lo dice él primero. Al final prefiero no tirarle la onda a nadie porque cuando lo he hecho nomás hice el ridículo.

Y en tercer lugar, hay un problema con ser tan fan de la comedia romántica y de la novela del siglo XIX: necesito gestos inconfundibles que no dejen espacio para la duda. Un poco como el charro que le regala su moño a la muchacha que le gusta, pero tampoco quiero un charro… Los gestos que no son enormes son confundibles. Mis amigas me regalan flores y no es ligue. Yo abrazo a la gente que quiero siempre que la veo, y no es ligue. Procuro sonreír, mirar a los ojos y ser amable también con la gente que no me resulta atractiva. Cuando cuelgo el teléfono con alguien a quien quiero le digo que lo quiero, lo mismo da que sea mi marido, mi amigo o mi pariente. Busco a la gente cuya compañía disfruto, por el simple hecho de acompañarnos, no porque espere un beso al final de la noche. Y estoy casi segura de que la mayoría de la gente con la que me relaciono es igual. Por todo esto, no sé distinguir un gesto amable de una tirada de onda. ¿Cuál sería el equivalente al moño del charro en un círculo social como el mío?

En la tele todo lo hacen ver tan fácil, todo el mundo sabe hacerlo y le sale muy bien. En las novelas románticas casi siempre que un hombre soltero (o viudo) conoce a una joven soltera terminan en matrimonio. Yo no quiero un marido, nomás quiero aprender dónde conoce una chica como yo al chico de sus sueños y cómo lo enamora. Supongo que ese es justo el primer paso: soñar con chicos.