El misterioso mundo del ligue

Otra vez estoy en ese punto en que sólo sé quién no es el amor de mi vida. No está fácil. Como dice la canción “No sé qué quiero, pero sé lo que no quiero” y eso ya es ventaja. No he emprendido una misión de búsqueda intensa casi histérica de un nuevo amor. La verdad es que tampoco sabría hacerlo. Pero aunque me quede sentada esperando, ¿dónde se sienta una a esperar al amor de su vida? Mi casa y mi oficina ya podemos descartarlas por múltiples razones que, si quieren, les explico otro día.

¿Y en el bar? Conozco de primera mano una historia de éxito del chico que se ligó a la chica en el bar, se hicieron novios, ambos eran excelentes partidos, se fueron a vivir juntos… y luego se dejaron por motivos que no voy a contar aquí. Pero eso pasa cada 29 de febrero, y sólo en un bar de todo el universo, o sea que es cuestión de suerte. Tal vez es más probable que te caiga un rayo o tener triates albinos. Además, sospecho que se basaron en mi bar de confianza para crear la cantina de Star Wars: muchos Chewbaccas, un par Citripios, varios R2D2 y un montón de mequetrefes. Nada interesante ni emocionante, por supuesto nada como para sacar el vestido de novia de la cajuela.

¿Qué opciones quedan? ¿La calle? ¿Los amigos de mis amigos (que ya vimos que no es negocio)? ¿Un exnovio (que siempre termina por recordarte por qué habían terminado la primera vez)? ¿match.com? Digamos que existe alguna de estas posibilidades. ¿Y luego?

Hay muchos factores a considerar:

En primer lugar, tengo invertida gran parte de mi energía en la gente equivocada. Dedico mucho tiempo a pensar y resolver situaciones que no van a ninguna parte y supongo que se me ve a la distancia que no tengo cabeza para nadie más.

En segundo lugar, soy pésima en el tema del coqueteo y la tirada de onda. No sé ni cómo me tengo que parar, ni qué tengo que decir, ni cómo debería mirar o sonreír. No sé cómo vestirme ni cómo peinarme para llamar la atención de un chico No sé proponer un plan que resulte en romance, no sé decirle a un hombre que me gusta si no me lo dice él primero. Al final prefiero no tirarle la onda a nadie porque cuando lo he hecho nomás hice el ridículo.

Y en tercer lugar, hay un problema con ser tan fan de la comedia romántica y de la novela del siglo XIX: necesito gestos inconfundibles que no dejen espacio para la duda. Un poco como el charro que le regala su moño a la muchacha que le gusta, pero tampoco quiero un charro… Los gestos que no son enormes son confundibles. Mis amigas me regalan flores y no es ligue. Yo abrazo a la gente que quiero siempre que la veo, y no es ligue. Procuro sonreír, mirar a los ojos y ser amable también con la gente que no me resulta atractiva. Cuando cuelgo el teléfono con alguien a quien quiero le digo que lo quiero, lo mismo da que sea mi marido, mi amigo o mi pariente. Busco a la gente cuya compañía disfruto, por el simple hecho de acompañarnos, no porque espere un beso al final de la noche. Y estoy casi segura de que la mayoría de la gente con la que me relaciono es igual. Por todo esto, no sé distinguir un gesto amable de una tirada de onda. ¿Cuál sería el equivalente al moño del charro en un círculo social como el mío?

En la tele todo lo hacen ver tan fácil, todo el mundo sabe hacerlo y le sale muy bien. En las novelas románticas casi siempre que un hombre soltero (o viudo) conoce a una joven soltera terminan en matrimonio. Yo no quiero un marido, nomás quiero aprender dónde conoce una chica como yo al chico de sus sueños y cómo lo enamora. Supongo que ese es justo el primer paso: soñar con chicos.

2 pensamientos en “El misterioso mundo del ligue

  1. Conde Sandro Grimaldi 22 junio 2012 en 14:31 Reply

    ¿Por qué en tu casa y en la oficina no? No te pongas límites. Qué tal que un día, como en Something about Mary, el repartidor de pizzas resulta tener mucho en común contigo; en la oficina puede pasar como en El diario de Bridget Jones, un Hugh Grant de petatiúx. Lo de “match. com” sería algo extremo, considero menos violento ir al jueves de solteros del bar “Sixties” que está en Insurgentes. En relación con la calle como lugar de ligue, es un clásico romántico: el microbús, el paso peatonal, el Oxxo. Así le hace Gabriel, un gran amigo, y le va muy bien… lo que sí te digo es que no ha conseguido el amor de su vida ni mucho menos. Suele platicarme sus aventuras y no quepo todavía en mi asombro: ¿de dónde saca tanta valentía y arrojo?
    Soy hombre (vaya revelación) y sé de qué trat eso de no saber ligar. Es una cruz con la que he tenido que cargar toda mi vida. Me pasa algo curioso: cuando una chica me gusta, me pongo mal y me resulta muy difícil siquiera hablar con ella. Dice Gabriel: “aquí y en China el hombre es el que debe ligarse a la mujer”. Me pregunto: ¿y la liberación femenina? Además, tengo un miedo cerval al ridículo y al rechazo. Lo de proponer un plan que resulte en romance me resulta tan simple y fácil como comprender teoremas, física cuántica y libros como Los cuatro acuerdos. Por cierto, en las librerías vendían un libro que se llamaba algo así como el secreto del ligue, en una parte decía más o menos: “dígale algo bello y después añada una frase sorprendente. Si está en un bar platicando con una chica, véala a los ojos y dígale ‘qué hermoso color de ojos tienes… ¿son pupilentes verdad?’ O ‘qué ojos tan bonitos tienes… ¿puedo tocarlos’”.
    ¿Cuál es la diferencia entre un gesto amable y un ligue? El ligue clásico es con flores o chocolates, cartas, globos en forma de corazón (¡cuidado, no vayamos tan rápido!) Una botella de mezcal o tequila como que no es ligue; unos tacos de suadero en el escritorio en medio del calor más feroz con un post.it con la leyenda “me gustas”, puede ser algo en verdad muy difícil de digerir a menos que seas conocida por tu adicción a este tipo de comida; una manzana, una papaya, un elote, un kilo de naranjas pues es posible que sea un gesto vegano o un ligue de alguien que tiene un puesto de jugos o que va muy seguido a la Central de Abasto. A los amigos se les acepta cualquier gesto, pero el ligue clásico es con flores o chocolates… aunque hay que mantener la mente abierta: podría ser el DVD de una película francesa en blanco y negro, con duración de seis horas y media, donde la primera escena, de 45 minutos, sea un hombre deprimido fumando un cigarro. Y la última escena, ese mismo hombre deprimido, arrojándose al vacío en una bicicleta de marca norteamericana. Están los piropos y los poemas. Los piropos tienen que guardar cierta propiedad. Los poemas tienen que ser audaces y muy buenos, de lo contrario resultan en algo contraproducente. Y si es muy bueno o bueno a secas, se pondrá a googlearlo para checar que no haya sido plagiado.
    En un círculo social como el tuyo, deduzco que el equivalente al moño de charro es una carta y más si tenemos en cuenta tu inclinación por las cosas románticas. O un libro edición príncipe de una novela romántica.
    ¿Dónde encontrarás al hombre de tus sueños? Básicamente… en tus sueños. Pero puede estar en cualquier parte.Y viene la parte más difícil y complicada para seres tan predecibles como nosotros: ¿cómo lo enamorarás? Pues, como a mí me han dicho, siendo uno mismo. ¿Y qué tal que no tienes que enamorarlo? Imagina que haces tu pedido y lo llevan a tu casa con todas las especificaciones que pedites, sólo lo pones en “on”… bueno esto ya sonó bastante creepy. Saludos.

    • sabina braz 22 junio 2012 en 15:44 Reply

      Te tengo que decir: ¡me hiciste reír muchísimo! Gracias por leer!

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